Lo
primero es conocer que el billete para esa gloria y felicidad eterna que bulle
en nuestro interior nos cobrará esfuerzo, dificultades y cruz. La esperanza que
nos sostiene es precisamente la alegría de la que nos habla hoy Jesús: … También vosotros estáis tristes ahora,
pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os
la podrá quitar. Aquel día no me preguntaréis nada».
Y es ahí donde debe apoyarse nuestra esperanza y afirmarse nuestra fe. Jesús vive, y si vive, también viviremos nosotros. Él padeció una muerte de cruz. Fue condenado, mal tratado, ridiculizado, abofeteado, flagelado y, después de tanto sufrimiento, crucificado en la cruz. Él es nuestro modelo para el camino y, nuestros padecimientos pasan también por la cruz. Una cruz que cada cual debe soportar con esperanza y fe. Al final, como muy bien leemos al final del Evangelio de hoy, Jesús nos da la respuesta que esperamos y necesitamos.
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