Lc 13,22-30 |
No
hay otra realidad. La puerta del esfuerzo, de la fe, de la perseverancia y de
la llamada al Reino de Dios permanecerá abierta mientras vivamos en este mundo.
Siempre habrá tiempo de conversión y de abrirnos a la fe, pero, somos
consciente que cada día que pasa hay menos tiempo. Y, para algunos, como es mi
caso particular, la fecha no está lejos. Por tanto, siempre urge abrir nuestro
corazón a la Palabra de Dios y ponerla en práctica en nuestra vida
esforzándonos en entrar por esa puerta estrecha que el Señor nos señala.
Aligerar
nuestro corazón de malicia; segunda y malas intenciones egoístas;
concupiscencias, envidias, odios, venganzas y todo aquello que levanta una
barrera entre nuestro Padre Dios y nosotros impidiéndonos verle y acercarnos
con humildad y abiertos a su misericordia. Necesitamos despojarnos de todo lo
que nos impide avanzar y crecer en la fe.
«El camino nos lleva a algún
sitio, pensó Manuel, y mirar para otro lado no arregla nada. Es más, nos puede sorprender
con encontrarnos la puerta de esa felicidad que buscamos cerrada»
—¿Qué
piensas, Pedro, al respecto de esa puerta estrecha?
—Habrá
que adelgazar para poder entrar y esforzarse en despojarse de muchas cosas
innecesarias que, aunque nos supongan esfuerzo, convienen dejarlas a un lado.
—Creo
que has respondido correctamente. Lo bueno exige esfuerzo y tras la puerta
estrecha se esconde esa felicidad que todos buscamos. Por tanto, exigirá
esfuerzo y privaciones. ¿No te parece?
Evidentemente,
esa era la consigna y la actitud. Seguir a Jesús, que es lo que conviene, lo
bueno y donde está la felicidad, exigirá sacrificios, esfuerzos y lucha. Pero,
verdaderamente vale la pena. Conviene, pues, esforzarse para poder entrar por
la puerta estrecha.
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