Nos equivocamos si
pretendemos que nos sirvan cuando la misión de un buen cristianos es imitar a
Cristo. Y Cristo dijo: No he venido a ser servido, sino a servir: — Mt 20, 28 —
de modo que si quereos seguirle e imitarle, el servicio debe ser nuestra
primera apuesta. Dice el Papa Francisco: «un cristiano que no lleve adelante este don del
Bautismo por el camino del servicio se convierte en un cristiano sin fuerza,
sin fecundidad, un cristiano para sí mismo, para servirse a sí mismo».
Por experiencia
sabemos que la pereza nos aleja del servicio y nos arrastra a la comodidad, al
descompromiso, a la indiferencia y al egoísmo. Muchas veces he experimentado el
esfuerzo que hay que hacer para levantarse del sillón y salir de ese
ensimismamiento que se te apodera de ti y te deja aturdido, pasivo, abstraído y
sometido a la pereza y comodidad.
Por tanto, se hace
evidente y necesario sobreponerse y comprometerse. ¿Por qué me digo esto a mí
mismo? Porque, hay muchos cristianos – entre los que me encuentro – que, quizás
sin darnos mucha cuenta, o porque nos resulta más cómodo, reducimos nuestro
compromiso cristiano al cumplimiento de ir a misa, oraciones y nada más. Y eso
nos puede estar engañando a nosotros mismos. Porque, cuando hablamos de servir
incluimos todo, nuestra relación con Dios – oraciones, piedad y Eucaristías – y
nuestro servicio al prójimo más necesitado. Nuestro servicio debe ser total,
pleno de entrega y servicio, valga la redundancia.
Y queda todo claro, si queremos seguir ese Camino tendremos que conocer y estar muy unido a Jesús, porque es Él precisamente ese Camino, Verdad y Vida.
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