El Amor de Dios nos
llama a identificarnos plenamente con Él. Y el descubrir que Jesús eleva su
oración por mí y por todos debe de animarme y fortalecerme para seguir con
alegría y firmeza hacia adelante. Tomar conciencia, sobre todo en los malos
momentos, de que Jesús ha y está rezando al Padre por mí debe impulsarnos y
alentarnos a superar esos momentos de tedio, de desfallecimiento y de desánimo.
Es evidente que el
amor nos lleva a la unidad. Por otro lado no se entiende la unidad sin amor.
Dios es precisamente Amor. Un Amor trinitario entre las tres Personas: Padre,
Hijo y Espíritu Santo. Y esa unidad de Amor íntimo es la que pide Jesús para que
nosotros en Él lleguemos a estar unidos al Padre. Y lo estamos en la medida que,
abriéndonos a la acción del Espíritu Santo, nos dejamos interpelar, dirigir y
llevar por Él.
Precisamente es el primer y único mandato que nos manda Jesús: «Amarnos como Él nos ha amado y nos sigue amando» Esa es la grandeza que nunca debe esconderse en nuestro corazón. Al contrario, estar siempre en el centro de nuestra vida. Jesús nos ama y reza al Padre por todos nosotros para que nadie de los que creen en Él por medio de la Palabra recibida, y en ella la fe, se pierdan. Y esa si es una gran Noticia: Jesús, el Hijo de Dios, reza por nosotros y pide al Padre que nos dé la Gracia de estar unidos en Él y por Él al Padre. Dicho de otro modo y en mis propias palabras: Jesús, el Hijo de Dios me salva por su Infinita Misericordia. Reza por mí, dio la Vida por mí y me invita asistido por su Espíritu a que crea y confíe en Él. Gracias, Señor Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.