No eres mejor
persona por hacer todo bien y correcto sino por amar con misericordia al que
falla, no actúa correctamente y es pecador. En otras palabra a la imperfección Porque, Jesús, la suma y absoluta perfección
viene precisamente a abrazar, a acoger y a salvar por amor y misericordia al débil,
al que actúa incorrectamente, al que cae y falla, al pecador.
Por lo tanto, si
tú, como también yo, queremos ser perfectos tenemos que empezar a amar a lo imperfecto. Y eso nos incluye. Es decir, amarnos y aceptarnos a nosotros mismos, simples seres
imperfectos y pecadores. Y desde ese punto proyectarnos en amar también a los
demás, a los que, como nosotros, son pecadores que caen cada día y tratan,
asistidos e injertados en el Espíritu Santo, levantarse y seguir adelante.
Precisamente esa
es la característica singular y específica del cristiano: amar, no solo a quien
te es fácil amar – eso lo hacen también los no creyentes – sino a quien se te hace difícil amar: tal es aquel
que no te cae bien, que te hace mal y se califica como tu enemigo. Es evidente
que esa clase de amor necesita una ayuda especial e inigualable, el Espíritu
Santo, en el que encontrarás las fuerzas para amar tal y como nos ama nuestro
Padre Dios.
Es esa la perfección a la que estamos llamados: amarnos los unos a los otros como Dios nos ama y Jesús, el Hijo de Dios Vivo, nos ha enseñado con su Vida y Obras. Pero, sobre todo, entregando su Vida en una muerte de Cruz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.