La experiencia nos
demuestra que los conflictos y problemas no tienen buena solución con el
imperio del poder por la fuerza. No se arreglan las diferencias, las disputas o
los conflictos con la fuerza, con levantar la voz, con imponer tu poder o con
someter a otros imponiéndoles tus leyes o mandatos.
La paz no se
aviene con la fuerza y el poder. La paz brota de la justicia y de la verdad.
Donde hay amor hay justicia y, en consecuencia, paz. No es ningún descubrimiento
lo que decimos sino el resultado y la experiencia de nuestras propias vidas. La
historia de la humanidad nos lo está revelando a cada instante. Las guerras,
los conflictos y los problemas que acucian a nuestro mundo tienen sus raíces en
el insulto, en la soberbia, en la ofensa, en la desigualdad al creerse unos
superiores a otros.
En definitiva en el pecado. Porque, no matas a otro simplemente quitándole la vida, sino también con el insulto, la ofensa, el desprecio, la indiferencia, el descalificativo…etc. Y no estamos diciéndolo porque así lo creemos o pensamos. Simplemente, lo decimos porque es Palabra del Señor: (Mt 5,20-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante …
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