lunes, 9 de septiembre de 2024

HACER EL BIEN O EL MAL, ¿QUÉ PREFERIMOS?

Esa es la pregunta del millón, ¿qué importa más, hacer el bien o el mal? Y supongo con total seguridad que todos responderán que lo importante, lo bueno y mejor es siempre hacer el bien. Y eso es lo que realmente anida en el corazón de todo hombre, incluso en aquellos que, contrario a su voluntad, hacen el mal.

Y digo, contrario a su voluntad, porque, a pesar de querer hacer el mal, todos saben que eso está mal – valga la redundancia – y que se sienten arrastrados y sometidos a hacerlo esclavizados por sus vicios, ambiciones, envidias, egoísmos y deseos de venganza. En realidad, por el pecado estamos inclinados a hacer el mal, y mientras no seamos liberados seremos esclavos del pecado.

Precisamente, la ley del sábado arranca desde esa esclavitud del pecado. Queremos someter a los demás, pero no a nosotros mismos. Hacemos, pues, leyes que limiten la libertad de los demás, pero con nosotros somos misericordiosos y más benévolos. Jesús les estorba cuando habla de hacer el bien, incluso en el día de sábado. Se sienten desautorizados y descubiertos en sus deseos de mandar, de llevar ellos la voz cantante y de imponer su ley.

En consecuencia, maquinan como quitarse a Jesús de encima. Sus Palabras les molestan y les impiden hacer sus propias leyes. Están ciegos y ofuscados, y se cierran a escuchar la Palabra de Jesús. La verdad les molesta, porque ellos saben que siempre hacer el bien está por encima del mal. Pero, el peso del pecado les puede y, endurecido sus corazones, se cierran a la Palabra del Señor.

¿Y nosotros? ¿Cómo estamos ante la Palabra del Señor? ¿Nos cerramos a escucharla dando preferencia a la nuestra? Esa es la cuestión que debemos meditar, silenciar en nuestro interior y ponernos a la escucha de la Palabra de Dios.

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