(Lc 19,11-28) |
El tiempo es el espacio donde tenemos la posibilidad de lograr que nuestra vida sea gozosa y para siempre. Pedir esta gracia es nuestro mayor tesoro. Hagámoslo.
Y hoy tenemos esa oportunidad, porque Jesús nos descubre que lo recibido, todos nuestros talentos y cualidades son para ponerlas a rendir en función de los demás. No podemos guardar las cosas para nuestra seguridad y provecho, sino que tenemos que arriesgarlas y negociarlas para el bien de todos.
Así, el tiempo de nuestra vida, hasta que el Señor nos llame, está destinado y misionado para hacer realidad esos dones, talentos o cualidades que el Señor ha puesto en nuestras manos. De modo que cruzarse de brazos es negarse a negociar los talentos recibidos.
Y desde aquí, ¿cómo pueden los hombres y mujeres atreverse a quitarles ese tiempo de sus vidas a muchos niños inocentes vivos en el vientre de sus madres? ¿Cuánto bien han podido quitar en uno u otro sentido? Porque para muchos podría ser ese el cometido de su vida, velar por la vida de ese niño.
La Palabra nos lleva hoy a reflexionar sobre nuestras cualidades. ¿Las estamos poniendo al servicio de los demás?
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