Lc 3,10-18 |
No fue
de repente. Dios tenía un Plan desde el principio pensado para rescatar al
hombre. Perdida su dignidad de hijo por el pecado original, Dios pensó en la
encarnación y en María y en José. Y, Juan el Bautista, personaje del Evangelio
de hoy e importante en el Adviento, fue el elegido para preparar el camino a su
postrera venida. Juan así lo anunciaba y decía: «Yo os
bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de
desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y
fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su
granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Y, con otras
muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.
Juan va preparando el corazón del hombre y señalándole la necesidad de conversión. Un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Pero, señala, con claridad meridiana que detrás de él llegará el Mesías esperado tal y como leemos más arriba. Juan sabe que llega su tiempo y, humildemente se aparta para que sea el Señor quien reine en el corazón de los hombres.
Quizás, también nosotros debemos, no apartarnos, pero sí abrir nuestros corazones a esa Palabra que nos trae Jesús. Una Palabra que nos invita a la solidaridad, a un trato justo y digno, y a compartir, como nos sugiere Juan el Bautista, con los más necesitados.
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