Lc 9,51-62 |
La
fe se nota y se manifiesta cuando se percibe con claridad que en el centro de
tu vida está el Señor. Porque, si en el centro de tu vida no está el Señor,
todo en ella pierde su más trascendente sentido. Una trascendencia que le mueve
y le descubre su inherente deseo de felicidad eterna. Sin Jesús nada de esto
tiene sentido por lo que se hace vital y fundamental tener a Jesús – Vida Eterna
– en el centro de nuestro corazón y como único y verdadero fundamento de
nuestro camino, verdad y vida.
Tener
a Jesús como centro de mi vida significa dejar todo lo demás en un segundo
plano. Y, segundo plano es y significa que mi vida está dirigida y construida
según la Voluntad de mi Padre celestial que me anuncia Jesús, el Hijo, con su
Palabra y su Vida. Por eso, con la mirada fija puesta en Él, avanzamos
confiados en su Palabra y su Amor Misericordioso.
―Sabes
―dijo Manuel― sin Jesús en el centro de tu vida se hace imposible liberarte del
yugo y sometimiento de este mundo.
―Estoy
de acuerdo ―respondió Pedro―. Los peligros del alma, mundo, demonio y carne te
acechan constantemente y saben elegir ese momento de debilidad para confundirte
y alejarte del único y verdadero camino.
―Pienso
lo mismo, Pedro. Cuando tu idea es construir tu vida siguiendo tus proyectos y
según tus fuerzas, sucumbes. El mundo te puede, te seduce, te destruye sin
apenas darte cuenta y te hace volver tu mirada atrás.
La libertad y la salvación nos vienen de arriba. La Pasión, muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesús nos ha redimido y, por su mérito, hemos alcanzado la Misericordia del Padre, que nos acoge como hijos ofreciéndonos compartir su Gloria eternamente. Manuel y Pedro, estaban en lo cierto, sin Jesús no hay Camino, no hay Verdad ni tampoco Vida. Precisamente por eso, porque, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
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