No hay alternativa,
quien busca encuentra, y quien no lo hace, lo lógico es que no encuentre. Por
tanto, el encuentro demanda inquietud y perseverancia de búsqueda.
Comprenderemos que sin búsqueda no hay encuentro.
El encuentro de
Zaqueo con Jesús puede iluminarnos mucho en este sentido. Zaqueo ha oído hablar
de Jesús, y eso que oye le mueve a buscarle, a conocerle y a acercarse para ver
quien es. ¿Sientes tú lo mismo? ¿O te acercas a Él simplemente por cumplir y
descargar tu conciencia? ¿Cuál es tu actitud? Sería un buen discernimiento
sacar conclusiones a ese respecto.
Zaqueo no se queda
quieto. Hemos visto en la narración evangélica que sale, quiere verle y ante la
dificultad de su pequeña estatura y el gentío, sube a un sicomoro para verle
pasar. Ha sido capaz de atreverse a sortear y vencer esa dificultad que le
impedía ver a Jesús. Se arriesga, incluso venciendo el que dirán y el respeto
humano. ¡No le importa! ¡Ver a Jesús le parece más importante y por encima de su
respeto humano! ¿Estás tu de acuerdo con la actitud de Zaqueo? ¿Te atreves a
dar pasos que te permitan conocer y ver a Jesús?
¡Y la respuesta fue sorprendente! Jesús, que conoce y sabe el movimiento, la inquietud y el deseo de Zaqueo de verle, se le acerca, se le muestra y se autoinvita, conociendo la curiosidad y deseo de Zaqueo, de ir a su casa. ¿Piensas que Jesús responderá así a tus deseo de conocerle? ¿Estás dispuestos a abrirle la puerta de tu corazón? ¿No crees que Jesús pasa y pasa delante de ti en muchos momentos de tu vida? ¿Tienes los ojos abiertos como Zaqueo para que no pase inadvertido y le veas? ¿No sabes que ha venido para eso, para entrar en tu casa? ¡Claro!, siempre contando con tu permiso.
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