Es evidente que
cada época trae sus contratiempos y tragedias. De siempre hemo oído y conocido
grandes terremotos, huracanes, tsunami y catástrofes de todo tipo. Y en la
actualidad se siguen produciendo. Muchos quieren avisarnos de que eso preconiza
el final del mundo; otros aprovechan para ordenar el mundo y organizarlo según
sus ideas, proyectos e intereses, y muchos andamos confundidos con tantos
avisos y advertencias.
No nos
confundamos. Jesús nos lo deja muy claro en el Evangelio de hoy martes: (Lc 21,5-11): En
aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de
bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en
que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».
Le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas
están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque
vendrán muchos usurpando mi nombre y…
Mira y observa lo
que está pasando. Hay muchos comentarios y muchos que están empeñados en
aventurar lo que va a suceder en varios años y que el mundo se va a destruir…Otros
nos hablan de deshielos, de contaminación y de medidas ecológicas, sin embargo
todos siguen el mismo ritmo de vida, sobre todo los más poderosos, y pocos son
los que se preocupan por cuidar el mundo que Dios nos ha dejado.
Todo llegará a su
tiempo El Señor nos ha revelado las señales y prodigios que aparecerán y de que
nos advertirán de que el fin no será enseguida. Mientras, sigamos nosotros, los
que creemos en la Palabra del Señor, esforzándonos en cuidar el mundo de la
mejor manera que podamos y establecer, en la medida de nuestras fuerzas y
capacidades, el Reino de Dios en este mundo.
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