No hay ni uno que
se escape, exceptuando a María, la Madre de Dios, llena de Gracia. Todos somos
pecadores, los elegidos en primera instancia – sus apóstoles – y todos los que
seguimos detrás. Si recordaos vemos que Simón, llamado luego Pedro, lo
traicionó; Judas lo entregó; Tomás dudó; Santiago y Juan, los Zebedeos, ambicionaban
los primeros puestos del Reino que predicaba…
Sin embargo, gracia
a todo ellos, hoy existe la Iglesia, y nosotros hemos sido bautizados porque
nos ha llegado el mensaje de Jesús. El Espíritu Santo ha dirigido el camino de
la Iglesia moldeando y fortaleciendo la pobreza humana de esos hombres.
Simplemente por la fe y la confianza puesta en Él.
Y nosotros, también pecadores, continuadores en el tiempo, estamos llamados a hacer lo mismo. Desde nuestra
pobreza y debilidades a, por la Gracia del Espíritu Santo recibido en nuestro
bautismo, continuar la misión que Jesús desde la hora de nuestro bautismo nos
ha encomendado por obra del Espíritu Santo.
Eso sí, poniéndonos en manos del Espíritu y dejándonos llevar por sus impulsos sabiendo que nuestro poder y fuerza nos vienen de Él. ¡Alabado sea el Señor!
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