Así de claro lo
dijo el Señor. No hay interpretaciones que valgan; está muy claro.
De ahí la gran importancia del bautismo, porque es evidente, «quien
se bautice, cree». Y para que llegue la hora del bautismo
se hace necesario proclamar el Evangelio.
Ahora, nosotros nos preguntarnos: ¿Por qué estamos bautizados? Evidentemente porque
nuestros padres recibieron la Palabra de Dios y se bautizaron. Es decir,
gracias a que esa Iglesia, constituida por los doce elegidos – apóstoles – que nuestro
Señor Jesús fundó, cumplieron con la misión encomendada y proclamaron la Buena
Nueva.
De la misma manera, nosotros, los depositarios de esa Buena Noticia, debemos hacer lo mismo. Cada cual como pueda y de la forma que pueda: con su vida y su palabra; con su testimonio de amor y misericordia; con su ejemplo y servicio en favor del bien común y, sobre todo, de los más necesitados.
Ahora, los resultados ya no dependerán de nosotros. Cada cual tendrá su responsabilidad y su decisión dependerá de él. Al final, tú tienes la palabra. De alguna manera, tu Padre Dios ha dejado tu salvación en tus manos, pues de ti dependerá tu aceptación; tu confianza en Él y tu elección. Lo ha dejado muy claro, repito de nuevo: «Quien crea se salvará, más quien no crea, se condenará».
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