No se puede esperar frutos buenos de unos árboles malos, y, de la misma forma, frutos malos de un árbol bueno. La calidad del fruto está en la misma raíz del árbol. De un corazón mal intencionado nacerán actos malos y con malas intenciones. Y, de la misma forma, de un corazón bien intencionado, sus actos serán buenos y llenos de buenas intenciones y bondadosos.
Digamos que el corazón es la sala de maquina del cuerpo humano. Es decir, dependiendo de cómo funciona el corazón serán sus frutos. Se suele decir a modo de refrán: "De lo que reboza el corazón habla la boca". Las apariencias engañan y los frutos que aparentan tener un buen aspecto, luego no parecen ser tan buenos como aparentan.
En el corazón - centro de donde nacen las buenas y malas intenciones del hombre - se cultivan todos los ingredientes para que sus actos sean buenos o malos. Lo que da carácter de bueno o malo es la intención que anida en el corazón. El pecado - ya lo dijo Jesús - Mc 7, 21 - nace de dentro del corazón del hombre. En consecuencia, necesitamos fundamentar y apoyar nuestra vida en el Señor, porque, en Él, encontramos esa fortaleza y firmeza para sostenernos ante las tempestades a las que el mundo nos somete y las seducciones que nos ofrece con tal de que nuestra fortaleza y firmeza se debilite y desplome. Él es la Roca que nos sostiene y nos preserva de todas esas tempestades que nos amenazan con derribar nuestra fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.