miércoles, 18 de septiembre de 2024

TAMPOCO NOSOTROS ESTAMOS LIMPIOS

1ª Lectura (1Cor 12,31—13,13): Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará.

Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño. Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Comentario:

De nada sirve hacer las cosas a disgusto, por obligación o cumplimiento. Si al mostrar tu servicio, éste no nace desde el amor, estás o mejor, estamos perdiendo el tiempo. Así de sencillo, todo lo que no hagamos con verdadero sentimiento, gusto o por amor, cae en saco roto.

Ahora, eso sí, tendremos que pedirle al Espíritu Santo que nos dé esa motivación y ese sentimiento compasivo para proceder a hacer todos nuestros actos de servicio a los demás con verdadero amor.

Evangelio Lucas 7, 31-35

TAMPOCO NOSOTROS ESTAMOS LIMPIOS

Está más que claro: si te crees suficiente y, en consecuencia, limpio, estás equivocando tu camino. Tú, tanto por dentro como por fuera estás manchado por el pecado original, y eso, de no verte tu mancha, te irá llevando al pecado mortal. Irá laminando tu vida hasta aplastarla como si de un pack de chatarra se tratara.

Siempre, consecuencias del pecado, estamos dispuestos a la crítica, a la disconformidad, tanto es así que nunca estamos conforme. Jesús lo expresa muy bien en esa parábola que hoy nos propone en el Evangelio: (Lc 7,31-35): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la …

Y nuestra realidad es esa. Si cumple con lo prescrito, es un obsesionado con el  cumplimiento; si no cumple de forma estricta, pero es fiel a lo mandado, va a su aire y hace lo que le gusta. Siempre hay una viga que poner en el ojo ajeno.

Sin embargo, lo que verdaderamente interesa es tratar de ser humilde y reconocernos pecadores. Sí, realmente somos así, y desde esa actitud estar dispuesto a aprender del otro, a tener una actitud humilde y abierta al reconocimiento y a la corrección. Es la forma de avanzar y crecer de otra forma, con otra actitud y en camino, con y por la Gracia del Espíritu Santo, de perfección.

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