Tuvo que ser tan especial y hermoso que, humanamente, no se encuentran palabras para narrar a su altura el acontecimiento de la Anunciación. El hombre no llega a expresar la maravilla de la grandeza de Dios. El Señor nos sobrepasa inmensamente. Gracias, Dios mío, por experimentar esta grandeza que fortalece y aumenta mi fe.
Me pregunto si a cada uno de nosotros, como a María, nuestro ángel de la guarda, enviado por el Señor no nos susurra lo que el Señor quiere de nosotros. Supongo que tendrá un plan para mí y otro para ti, porque tanto tú como yo somos para Él muy importantes.
Pero, ¿estoy yo atento, como lo estuvo María, para recibirlo y, escuchándote y aceptándolo, ponerme en camino? El Evangelio de este día me habla de cómo María aceptó el plan que Dios le propuso. Y de cómo, renunciando a los suyos, emprendió el camino que Dios le trazó junta a José.
Sería bueno mirarnos en María y pedirle que nos enseñe la forma y manera de escuchar y obedecer lo que su Hijo nos pide y quiere de nosotros. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.