Cada día es un volver a empezar. Empezamos cada mañana ofreciendo y disponiendo nuestro corazón y todos nuestros actos en la actitud de vivenciar los valores del Reino, tal es la Voluntad, que espera y desea Dios de cada uno de nosotros. Y experimentamos la necesidad de pararnos y ofrecernos en cuerpo y alma, junto a la Madre Virgen y maestra y a toda la Iglesia, poniendo en sus Manos y a su disposición nuestra voluntad, para que el Espíritu Santo nos guíe y dirija.
Es una preparación, como inició Juan Bautista, en los comienzos del Reino de Dios. Una preparación que prepara nuestro corazón al arrepentimiento y a la apertura a la llegada del Hijo de Dios. Es el día que marca el inicio de nuestra hora, la hora de la salvación. Juan lo prepara con un Bautismo de agua, un Bautismo de esperanza, pero el que ha de venir, Jesús de Nazaret lo hace con el Bautismo del Espíritu de Dios.
Un Bautismos de salvación que limpia y perdona los pecados; que nos hace hombres nuevos capaces de, injertados en el Señor, vivenciar los valores del Reino y construir un mundo donde reine la verdad, la justicia y la paz. Cada instante es un reto a saber discernir cuando hay que morir para, despojado de mi egoísmo, servir al que lo necesita y lo pide. Te pedimos, Señor, nos concedas esa Gracia como regalo de la celebración de tu nacimiento.
Vivamos la preparación del anuncio de Juan el Bautista con el entusiasmo y la esperanza que la Noticia más grande y más esperada se merece. Amén.
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