(Mt 15,29-37) |
Ocurre que vamos detrás de alguien cuando nos interesa. Sucede en el amor romántico, en el interés profesional, en la enfermedad...etc. A Jesús lo seguía mucha gente por interés de salud. Muchos lo confundían con un extraordinario curandero, médico o persona milagrosa. Sus curaciones no se explicaban a la luz de la ciencia. Superaban las leyes naturales y sorprendían a propios y extraños.
Jesús era un ser especial, diferente, lleno de compasión y misericordia. De Él emanaba una energía curativa, relajante, llena de paz y de amor. Realmente Jesús era alguien muy especial hasta el punto de preocuparse porque no tenían nada que comer. Y su generosidad y preocupación le impulsaron a realizar el milagro de los panes y los peces que hoy nos relata el Evangelio.
Todo esto nos descubre e interroga sobre nuestra actitud actual. Porque Jesús continúa curando y sanando a mucha gente. Continúa haciendo milagros de panes y peces y preocupándose por cada uno de nosotros. ¿Y nosotros? ¿Seguimos a Jesús por intereses de cualquier tipo, o le seguimos porque creemos que es el Hijo de Dios Vivo? ¿Estamos convencidos que el Señor es nuestra salvación y la razón de nuestro vivir? ¿Estamos convencidos que esa felicidad y eternidad que buscamos, el único que nos la puede dar es Jesús?
Supongo que sí, al menos lo que nos esforzamos cada día por vivir en su Voluntad. Pero también somos conscientes de nuestras debilidades, de nuestros pecados y de nuestras inclinaciones humanas, y sabemos que sin el Señor estamos a merced del Maligno. Por eso le buscamos, le seguimos y le rogamos que nos dé paz, sabiduría y fortaleza. Amén.
Así es. Por eso le seguimos también nosotros...
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