Sin perdón no puedo salvarme. Soy un deudor perpetuo debido a que mi deuda me es imposible pagarla. La realidad de mi vida es esa. No tengo esperanza de saldar mi deuda con mi Padre Dios. Nunca podré satisfacer la deuda de mis pecados y, mi única esperanza es confiar y creer en la Infinita Misericordia de mi Padre Dios. Es esa, su Misericordia la que realmente me salva.
El perdón es la expresión del amor, pues, estás amando cuando perdonas, y, en la medida de tu perdón serás perdonado. Pero, pensemos, el perdón misericordioso de Dios tendrá efecto y relación con el perdón que tú tengas con los demás. Eso no lo deduzco yo, y, menos, lo digo. Eso lo dice Jesús en la parábola que hoy nos expone en el Evangelio: Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le...
Un amor que, semejante al de nuestro Padre Dios, se caracteriza por la incondicional disponibilidad de amar a los amigos, familiares, conocidos y, sobre todo, a enemigos. Jesús no nos mira por nuestros actos de piedad desencarnados de la realidad de nuestra vida. Sólo, si estos responden coherentemente a lo que realmente vivimos cada día y coinciden con la Voluntad de su Padre, serán del agrado de Él.
Porque, una cosa debe quedarnos meridianamente clara, el salir de nuestras comodidades para darnos en servicio incondicionalmente a los demás, sean amigos o enemigos, es la única expresión del amor verdadero a Dios, y de hacer, precisamente, su Voluntad. Sólo así toda nuestra hoja de piedad tiene verdadero y auténtico sentido.
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