Si observamos con detenimiento y atención, percibimos que el amor es del más desvalido y necesitado. Nadie necesita más amor que él, pues depende todo del amor que le procuren. en estos momentos estoy con mi nieto en casa. Solos él y yo, y me sobrecoge el pensar que esa criaturita depende en todo de mí. Está en mis manos.
Puedo disponer de él y hacer de él lo que quiera. Por eso, necesita mucho amor y cuidados. Todos, de la misma forma, respecto a nuestro PADRE DIOS, dependemos igual, pero de alguna forma los niños, mientras son niños, dependen más. Por eso son las criaturas predilectas, juntos con los pobres, de nuestro PADRE DIOS. ¡Hay de quien le haga daño a un niño, más valiera colgarse una piedra de molino al cuello y arrojarse al mar!
Ser hijo de DIOS es transformar nuestro corazón viejo y soberbio en un corazón sencillo, puro, limpio, lleno de ternura, de ingenuidad, de intenciones buenas y sanas, de mirada sin segundas intenciones y de obediencia sin rencores. Es pasar del hombre viejo, lleno de apegos y vicios, ensoberbecido y egoísta, al hombre nuevo, generoso, dado y disponible a entregarse por el bien del otro. Es, creciendo a la madurez de hombre, no dejar nunca de cultivar las actitudes de niño.
En el peregrinar de mi ascendente vida, SEÑOR, no
permitas que me ahogue en las vanidades del
mundo en que vivo. Es más, transforma
mi corazón viejo en un corazón
siempre nuevo y mantenlo
fresco e inocente como
fue de niño. Amén.
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