(Mt 6,7-15) |
La oración que Jesús nos enseña nos muestra, no sólo lo que tenemos que pedir al Padre, sino el camino a vivir y cómo vivirlo. Se trata de perdonar tal y como quiero que me perdonen a mí. Y eso es muy duro, pues por propia experiencia sabemos lo difícil que se hace perdonar, no ya sólo a nuestros amigos y familiares, sino a nuestros enemigos, porque el perdón va dirigido a nuestros enemigos.
Y es que cuando se trata de perdonar, el perdonado representa en ese momento a nuestro enemigo, pues la consecuencia de tenerle que perdonar significa que nos ha declarado la guerra perjudicándonos. Es difícil perdonar a quien me hace mal, pero es la única prueba donde el perdón se descubre como verdadero y el amor nace como efecto de ese perdón.
La conversión es el efecto del perdón. Cuando se perdona se responde a esa acogida de amor y se dispone el corazón a cambiar. No se entiende como una madre mata a su hijo o hija defendiendo su derecho de libertad como mujer. ¿Y condena a su hija? ¿Porque puede ser su hija la que vive dentro de ella en ese momento? Es decir, se mata a una posible mujer para defender el derecho de la mujer. Por donde quieran mirarlo no se entiende. La verdad ya no da para más demagogia ni egoísmos personales.
Pidamos al Espíritu Santo sabiduría para darnos cuenta de que la vida está ante que cualquier otro derecho, pues es el derecho y la ley los que nacen para proteger la vida.
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