(Mc 16,15-18) |
Hay mucha gente que se resisten a creer. Pasan los criterios de su fe por la razón, y no encuentran respuesta firme y clara, porque la fe consiste en fiarse y creer lo que no se entiende ni se explica con la razón. Otra cosa es que la razón te ayude y te diga que necesariamente Dios existe. Pero, eres tú, quien tiene que dar el siguiente paso de creer.
Los niños se fían y dan ese paso fácilmente. Son obedientes, bien intencionados, y se dejan conducir por los mayores confiados en su bondad. Sin embargo, de mayores, nos volvemos desconfiados, desobedientes y resistentes a dejarnos conducir. No sólo comprendemos, sino entendemos que para alcanzar el Reino de los Cielos tenemos que ser como niños.
En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.
Las Palabras de Jesús no dan lugar a duda. Están muy claras. Necesitamos la fe y el Bautismo para salvarnos. Es de recibo que aquel que cree, pedirá el Bautismo, por el que recibirá la Gracia del Espíritu Santo para ser asistidos y fortalecido en la lucha diaria contra el pecado y las tentaciones. Pero, esto no es un mero cumplimiento. Es decir, no porque recibir el Bautismo y decir que creo, todo está hecho, sino que la fe hay que vivirla y manifestarla con las obras. Para eso es la Gracia recibida en el Bautismo.
Porque, puede ocurrir, y de hecho ocurre, que nuestro Bautismos se queda estancado, diríamos dormido y casi muerto, dentro de nuestro corazón, y nuestra fe apagada y pasiva. Luego, a pesar de creer y estar bautizado, ni nuestra fe se ve, ni nuestras obras se realizan. La fe vive en y con las obras, que corresponden a la Gracia recibida en el Bautismo.
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