Lc 4,16-30 |
Eres libre para tomar el camino que creas y que te parezca mejor. Se te ha dado esa capacidad de elegir para que puedas optar por la vida o por la muerte. Son los dos únicos caminos que hay. La vida representa el amor, la verdad, la justicia y el gozo de vivir en plenitud y eternamente. Verdaderamente es lo que todos deseamos. El otro camino, la muerte, representa todo lo contrario, la negatividad a hacer el bien, a buscar la verdad, a aflorar lo positivo de la vida, a esconder la verdad, a buscar y aceptar la muerte y a la perdición eterna sumergido llanto y rechinar de dientes.
No es cuestión de entrar en enfrentamientos ni discusiones. Jesús no buscó nunca la confrontación, si no, ¿para qué la libertad? Tú mira, escuchas - si quieres - piensa, indaga y luego, decides según tu interés, deseo o conveniencia. Ha sido creado por el Creador - Dios - para elegir tu camino. El tiempo será testigo y, llegada la hora será Dios quien tendrá la Palabra.
Ahora no importa que pienses y creas esto o lo otro. El anuncio de la Buena Noticia ya está propuesto sobre tu mesa. Tú decidirás y será tu responsabilidad. No es cuestión de discutir y buscar justificaciones. La razón tiene poco que demostrar y que decir al respecto. Hay razones que inducen a creer, y, también, testimonios de los que lo han visto y lo han experimentado. Pero, sobre todo esto, está la fe. Crees o no crees. Así ha sucedido desde el principio. Muchos han creído y otros no. Precisamente el Evangelio de hoy habla de eso. Léelo y verás: Lc 4,16-30. En aquel tiempo, Jesús se fue a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la...
Nada ha cambiado y continúa sucediendo lo mismo. Cuesta creer y se necesita un corazón humilde, para poder abrirse a ese don de la fe. Porque, el Misterio no cabe en nuestra cabeza. Necesitamos la Gracia de Dios para poder fiarnos de Él. Indudablemente, su huella está dentro de nosotros y en lo más profundo de nuestros corazones.
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