Mt 11,25-30 |
Son los humildes y sencillos los que se encontrarán
con Jesús, el Señor. Su camino fue así, humilde – nacido en un pesebre – de condición
pobre y sencilla; sin ninguna notabilidad hasta el punto de que Resucitó sin
triunfalismos ni publicidad. Se apareció solo a sus amigos, a los que,
precisamente, le esperaban y, a pesar de la dificultad, creyeron en Él. ¡Imagínate
si se les aparece a los que le creían ni tendrían esperanza de que resucitara! Estaríamos
de acuerdo en que, como en la parábola del rico epulón – Lc 16, 19-31 – no creerían
ni a un resucitado.
Es el camino, hacernos pequeños y humildes. Hay que reconocer que el Señor es muy grande para nosotros. Inalcanzable, inefable, ininteligible…etc. Solo en esa humildad y condición de siervo, podemos llegar a encontrarnos con Él. Fue el camino de los apóstoles y discípulos, y también de Catalina de Siena. No hay nada más grande que recibir al Señor todos los días. Alimentarnos del su Cuerpo espiritualmente y pedirle su Gracia para alcanzar ese camino de humildad y caridad. ¿Se puede tener mayor aspiración en este mundo? ¿Se puede tener mayor esperanza de gozo y vida eterna? Porque, es una realidad que tú, como yo, queremos vivir siempre. Pregúntatelo.
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