Es evidente que en
este mundo quien manda es el poder. Y al poder lo mueve el dinero. Diremos que
tanto el poder como el dinero van de la mano. Pero, sin embargo, hay momentos
puntuales donde el hombre se da cuenta de que el poder y el dinero no
solucionan todo. Hay un Poder que está por encima del poder de este mundo, y el
centurión, preocupado por su siervo, toma conciencia de eso.
En primer lugar,
¿podíamos también nosotros preguntarnos, tal como el centurión, que todo lo de
este mundo está sometido al Poder de Dios? Un Poder que se nos ha manifestado
en el anuncio de su Hijo al revelarnos la Infinita Misericordia de su Padre.
Sería bueno profundizar y discernir sobre esto. Porque, posiblemente
llegaríamos a la misma conclusión del centurión.
Y, llegada a ella, buscaríamos al Señor del que hemos oído que está por encima del poder humano y devuelve la vida al enfermo. Es, por tanto, digno de ser considerado y tenida en cuenta la fe de ese centurión que entiende que el Señor está por encima de ese poder humano y, más todavía, basta su Palabra para que la vida de su siervo vuelva a él. Quizás esa sea la reflexión que nos llevaría a buscar con más ahínco y esperanza, al encuentro con el Señor.
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