También los
apóstoles y, sobre todo, María, conocieron ese camino de Cruz. Jesús se los
hizo saber, como también ahora, tanto su Iglesia, como el Espíritu Santo, nos
lo recuerda a todos los que queremos seguirle. Seguir a Jesús es un «camino
de cruz» Un camino de renuncias, de sacrificios y
dolor, pero, lo más importante: «un camino de
esperanza».
Una esperanza que
nos promete vida eterna en plenitud de gozo y felicidad. Una esperanza que nos
invita a vivir eternamente esa felicidad que tanto buscamos ahora en este
mundo. Una eterna felicidad a la que verdaderamente estamos llamados. Porque,
nuestro Padre Dios, nos lo anuncia el Hijo, nos ha creado para ser felices
eternamente.
Por eso, Jesús no
quiere imponer nada, ni tampoco hacer proselitismo. Jesús, que viene a
anunciarnos la Buena Noticia, nos propone un camino. Un camino que sabe que
nosotros, consciente o inconsciente, buscamos: ser felices el mayor tiempo
posible. Pues bien, Jesús nos propone una felicidad eterna. Y esa debe ser
nuestra meta, a pesar de que, primero, tenemos que atravesar un camino de
espinas, de dolores, de penas y tristezas, de incomprensiones, de injusticias,
de desprecios, de injurias…etc. En resumen, un camino de cruz.
Pero, un camino que esconde esa esperanza de llegar un día a gozar de la presencia de un Dios Padre en un Reino de verdadero Amor, Justicia y Paz. Esa es la invitación que el Señor te hace: ¿Quieres venir?
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