Son tiempos de espera, de esperanza y de inquietud porque llegue lo esperado. Siempre se espera porque lo esperado nos es necesario y nos va a ayudar a cambiar para bien y mejor. La espera implica compromiso, pues todo cambio de rumbo lleva añadido un compromiso en cumplir y llevar a cabo el rumbo elegido.
DIOS, nuestro PADRE, ha querido hacerse hombre en el HIJO para que desde nuestra propia humanidad pudieramos comprenderle. Siendo hombre como nosotros no podemos verle lejos, ni tampoco parecernos incomprensible la vivencia de su vida y actitudes. Siendo hombre no podemos negarle la posibilidad de que podemos, como ÉL, imitarle y hacer su mismo recorrido.
Se hizo hombre como nosotros con todas nuestras mismas limitaciones, menos en el pecado, y sufriendo y padeciendo como nosotros, recorrió nuestro camino hasta el extremo de compartir nuestra muerte en la Cruz. Una muerte, la Suya, aceptada voluntaria desde el compromiso y el amor como rescate, ante el PADRE, por todas nuestras ofensas y rechazos al amor del PADRE.
Ese padecer y sufrir como cualquier hombre da sentido a nuestra vida en el dolor y las tristezas. Explica nuestra esperanza, desde una perspectiva diferente, frente al dolor y al sin sentido de muchas cosas que nos sobrecogen y nos sorprenden hasta el punto de no entenderlas ni explicarlas. Nos iluminan en el silencio del niño que no entiende los consejos de su padre, pero que intuye que es lo mejor para él.
Y esto nos lleva a entender que no puede haber amor si no hay compromiso. Navidad es la invitación a abrirnos desde el amor al compromiso de transformar nuestro corazón en este mundo que nos ha tocado vivir. Porque si nos quedamos sólo en el amor, en la intimidad con JESÚS, algo falla. Amor, decimos, son buenas obras y no sólo buenas razones. El amor no puede existir desencarnado del compromiso.
Por eso, JESÚS, nos enseñó a amar desde el compromiso del bien obrar. Y sólo cuando nos comprometemos en la vida, estamos en el camino de empezar y saborear el verdadero amor. Todo lo que sea amar desencarnado del compromiso es, no amor, sino egoísmo. Porque cuando el amor no sale hacia fuera se queda dentro y dentro sólo puede amarse a sí mismo. Y eso es puro egoísmo.
Eso fue lo que le ocurrió al joven rico, amaba el cumplimiento directo con DIOS, pero ignoró el cumplimiento con el hermano. Por eso estaba insatisfecho, triste, inquieto. Y pregunta, ¿hay algo más que hacer? La respuesta, venida de los labios del SEÑOR no puede ser otra que la de: "deja todo lo que tienes y sigueme". Es decir, renuncia a ti mismo y comprometete en servir y ayudar a los demás. Es decir, demuestra tu amor amando y amas cuando sirves.
Nuestra amor se torna verdadero y auténtico cuando somos capaces de amar a nuestros enemigos; cuando estamos en la onda de morir a nosotros mismos por el servicio al que nos ha perjudicado y nos ofende. Amamos de verdad a JESÚS cuando estamos dispuesto a amar también a los hombres. De no existir esa dicotomía algo está fallando en nuestro amor. Posiblemente estaremos más cerca del joven rico que de la Voluntad del PADRE.
Cuando nuestra libertad no se orienta hacia el amor se vuelve egoísmo y en ese momento dejamos de ser libres para abrazar la esclavitud de vernos sometidos a nuestras propias apetencias y egoísmos. El amor es un compromiso serio, claro y contundente, y cuando no me comprometo es que no estoy amando. Fue lo que hizo el joven rico: "Agachó la cabeza y se fue triste".
Sólo hay dos caminos: "Libertad o egoísmo", y cuando no optamos por la libertad quedamos en manos del egoísmo. Y el egoísmo nos hace esclavos y nos quita la vida. La perdemos y nos convertimos en seres que deambulamos sin vida por el mundo. Sin esperanza, sin sentido todo lo que tenemos lo perdemos, hasta nuestro tesoro más preciado: la dignidad de ser hijos de DIOS y estar llamado a una vida gozosa en plenitud eterna.
Por todo ello, Belén significa dejar entrar la libertad en nuestro corazón que nos empuja a morir a nuestros egoísmos y nos hace libres para amar y desapegarnos de todos aquellos vicios y apetencias que nos impiden ser más solidario, capaces de entregarnos a una vida de servicio y amor, en JESÚS, por los hombres.
Gracias Salvador, por compartir estas reflexiones. Es que una de las maravillas de ser humano es que amamos a Dios a través de nuestros semejantes.
ResponderEliminarSaludos y gracias por aceptar la invitación de facebook a pesar del seudónimo que uso. Hilda
Si no somos capaces de amar a los demás, incluyendo a nuestros enemigos, no seremos, tampoco, capaces de amar a DIOS, por muchas prácticas de piedad que hagamos.
ResponderEliminarUn abrazo en XTO.JESÚS y unas muy felices Navidades.