Creer y, más todavía, entender que JESÚS es el Hijo de DIOS bajado del Cielo para redimir, con su Muerte y Resurrección, el rescate de nuestros pecados y alcanzar para todos los hombres la salvación eterna, es obra que no está a nuestro alcance.
En nuestras limitadas cabezas no está la capacidad de poder entender tal Misterio. Sólo, por inspiración, como sucedió a Pedro y a Pablo, del ESPÍRITU SANTO, se puede ver la luz de este grandioso e inalcanzable Misterio.
Indudablemente, nosotros lo tenemos más fácil porque tenemos el testimonio de sus vidas y de sus predicaciones, que nos han llegado a través de muchos siglos y de muchos otros continuadores de esa proclamación (Iglesia). Pero, de todas formas, sin la asistencia del ESPÍRITU SANTO nada podríamos entender.
Tanto Juan (El Bautista) que lo preanuncia, como Pedro y Pablo lo confirman, son testimonios de que JESÚS es el HIJO de DIOS, pero lo más importante es abandonarnos en el ESPÍRITU SANTO y descansar nuestra fe en la Palabra de JESÚS que nos ha dicho por su propia voz: "YO soy el Camino, la Verdad y la Vida".
Y yo lo creo, SEÑOR. A pesar de mi corta inteligencia
y de mis pobres razonamientos humanos me fío
de tu Palabra.
Nada puedo entender, pero sólo TÚ tienes Palabra
de vida Eterna. ¿A quién recurrir? TÚ eres la
Única respuesta a mi vida. Amén.
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