MATEO 8:18-22. “Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, ... |
Porque cuando siento y descubro que debo hacer algo, la mayoría de las veces me quedo quieto, o, en el mejor de los casos busco mis propias justificaciones, es decir, me autoengaño. ¿Qué es lo que me lo impide?
Sin lugar a duda, debo concluir que son mis propios apegos, mis maromas que me atan al puerto de mi vida, a mi zona de confort, a mi embarcadero cómodo e instalado, y hecho a mi medida, para embarcar cuando quiero y todos los vientos, ¡mis vientos!, me son favorable.
Pero es mi voluntad la que quiero hacer, o pretendo hacer la de Jesús, la que Él, en nombre del Padre, me ofrece, me sugiere, me enseña y testimonia. Y esa Voluntad exige romper esas cadenas, esos apegos, esas maromas que me atan al puerto de mi vida. Necesito ser libre para estar en condiciones de seguir a Jesús.
Él es el primero que me lo advierte: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
Y sus palabras no tienen vuelta de hoja, están muy claras. Nos señalan cuál es el camino y cuál nuestra disposición. Si no es así, mejor quedarse quieto.
Es el momento, Señor Jesús, pedirte que tu Gracia inunde toda mi vida, rompas todas mis cadenas, mis apegos y maromas que impiden a mi vida caminar junto a Ti. Sé que yo no puedo hacerlo solo, necesito tu Fuerza, tu Gracia, y en y con la confianza de un hijo que se sabe escuchado, invoco tu favor. Amén.
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