Mt. 8:28-34. - Cuando llegó a la otra... |
Porque no me importa la salud, el bien o curación de otros antes que mis propios intereses. En muchos momentos de nuestra vida, un bien material, como nos cuenta el Evangelio de hoy, los cerdos, puede ser más importante que la salud o curación de un hombre.
¿No vemos esto reflejado en nuestra sociedad de hoy? ¿Cuánto padres abandonados por intereses egoístas son dejados en residencias o en manos de otros que no le dan el cariño debido? ¿Cuántos niños muertos por anteponer mi felicidad a la de él? ¿Cuántos abortos porque el nacimiento de una nueva vida me complica la mía? ¿Realmente, amamos?
No es, pues. extraño que Jesús haya vivido esa actitud en su propia carne por los contemporáneo de su tiempo en este mundo. Nos dice el Evangelio que le rogaron que se fuera. No querían más curaciones que pusieran en peligro sus intereses y riquezas.
Ante la evidencia del poder de Jesús sobre los demonios, el hombre sigue cegado por su egoísmo. Rechaza la liberación sobre el poder del demonio ante el apego a las riquezas y las cosas de este mundo. No se detiene a pensar que es prisionero de sus propios apegos y que su libertad, un don gratuito recibido de Dios, está ahora dominado por el demonio.
Jesús le propone su liberación, pero respeta la libertad del hombre, y ante esa libertad se ata las manos. Es el hombre el único ser viviente que puede rechazar y negarle una sonrisa a su Creador y Señor.
No hay amor más grande, pues, pese a eso, Jesús está dispuesto a dar su vida para que el hombre reflexione y despierte a la verdadera vida, la del Amor de su Padre Dios.
No hay amor más grande, pues, pese a eso, Jesús está dispuesto a dar su vida para que el hombre reflexione y despierte a la verdadera vida, la del Amor de su Padre Dios.
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