miércoles, 30 de enero de 2013

LA SIEMBRA DE CADA DÍA

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Marcos 4: 1 – 20

La vida no para. Cada día despierta el mundo, un mundo que se acuesta y se levanta. Muchos lo hacen a horas de luz, pero la mayoría se acuestan cuando cae la noche. Así y todo, cada día amanece con un sol diferente y unas nuevas ilusiones. Y hay siembra, se siembra las acciones de amor que ese día brotarán dentro del corazón de aquellos que la han acogido con humildad, con sencillez y con entrega de servicio.

Y darán sus frutos, unos en el momento, otros más tarde y otros en el trascurso de los años. Sin embargo, lo importante es dar esos frutos. Frutos que dependerán de la acogida de esa Palabra sembrada y del calor con la que sea cuidada. 

Depederá de no dejarla al alcance de los pájaros que pululan por los caminos y se la pueden comer. Dependerá de que no caiga en terreno pedregroso y su raiz no tenga profundidad. Dependerá de que nazca entre abrojos y sea ahogada en su crecimiento matando sus frutos. Sólo dependerá de que sea acogida en tierra agradecida, bien abonada, regada con el agua del amor para dar buenos y abundantes frutos.

Seamos abiertos a esa Palabra sembrada para que nuestro corazón, bien abonado, sea capaz de dar los frutos de amor que el Padre espera de cada uno de nosotros.


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