(Lc 9,22-25) |
No debemos asustarnos porque al final de nuestra vida nos espera la muerte. Ya, desde los primeros años que tenemos razón, empezamos a comprender que en el recorrido de nuestra vida enfermamos y llegará la hora de nuestra muerte. Si hay algo cierto es que nos haremos viejos y enfermaremos. Dios no nos ha hecho perfectos sino imperfectos y el recorrido de nuestra vida es para perfeccionarnos.
Pues bien, el deterioro de nuestro cuerpo cumple esa finalidad: morir para transformarnos en seres gloriosos, perfectos y eternos junto a la Gloria del Padre Dios. Y ese será nuestro trayecto queramos o no. Jesús hoy nos descubre esa verdad: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero
quien pierda su vida por mí, ése la salvará.
Esta es la ruta contra corriente que cada seguidor de Jesús debemos emprender. Descubrimos que por nuestra cuenta y solos no podemos, pero tenemos la firme promesa de poder recorrerla si vamos unidos e injertado en el Señor y abiertos a la asistencia del Espíritu Santo. Y experimentamos, en lo más profundo de nuestro corazón, el gozo y la felicidad de que esa es la Verdad y el buen Camino.
Porque Él es el verdadero Camino, la única Verdad y la eterna Vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.