jueves, 15 de diciembre de 2016

NO BASTA CON SABER DE DIOS, HAY QUE CONOCERLO, AMARLO Y SEGUIRLO

(Lc 7,24-30)
No sólo porque se sepa y conozca a alguien recibimos los efectos de ese alguien. Se hace necesario, aparte de oírlo y conocerlo, seguirle y aplicar lo que nos dice. Sólo respondemos al mensaje de salvación del Señor cuando desde lo más profundo de nuestro ser vivenciamos su Palabra y vivimos en su Amor.

Y eso no pasa desapercibido, porque se nota en muchos signos y gestos que se ven y descubren, y tienen su efecto en la propia vida nuestra y la que nos rodea. El agua se contagia y es cristalina y pura cuando baja desde la pureza y limpieza de la cumbre, pero se contamina y se contagia de impurezas cuando se mezcla con las impurezas del camino que recorre.

Necesitamos llenarnos del Señor y dejarnos abrazar por Él. Necesitamos creer en su Palabra y abrirnos a su Bautismo, que primero nos lo prepara Juan y luego llega con el Espíritu y fuego que nos trae Jesús. Necesitamos limpiar nuestras aguas de tanta contaminación de luces, de consumo, de regalos y fiestas que contagian nuestra fe y la debilitan. Necesitamos despojarnos de todo aquello que nos impide ver y dejarnos limpiar y despegar nuestros ojos con y desde la Palabra del Señor.

Y es que se nos hace difícil si no cambiamos de pedestal y nos abajamos, nos hacemos pequeños, nos revestimos de humildad y nos abrimos a la acción del Espíritu Santo. Nos será difícil ver si no nos dejamos tocar por la Palabra de Dios; nos será difícil andar, si no caminamos siguiendo a Jesús abriendo a la docilidad de su Palabra;  nos será difícil curarnos y desprendernos de todo aquello que nos enferma y debilita si no nos empequeñecemos y reconocemos su justicia.

Por eso, Señor, te pedimos que también nos abra a nosotros los ojos para ver. Ver la verdadera y única Luz que ilumina nuestra vida y la conduce a la Vida Eterna.

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