(Jn 16,16-20) |
Es la pregunta que, los cristianos creyentes, nos hacemos a cada momento: Queremos verte Señor, y lamentamos no vivir en esos momentos que Tú estabas en la tierra. Es verdad que sentimos cierta tristeza, pero también, ¿qué habríamos hecho nosotros si estuviésemos allí? ¿Hubiésemos seguido a Jesús o le habríamos crucificado también?
Porque tanto ayer como hoy la cuestión es la misma: "Tener fe". Y la fe nos exige riesgo y nos trae peligros. Porque la fe nos exige fiarnos y confiar en la Palabra de Jesús. Y su Palabra, tanto ayer como hoy es la misma y nos habla directamente a cada uno de nosotros. Por eso nos dice que dentro de poco no le veremos, y, enseguida, nos dice que volveremos a verle. Él siempre ha estado entre nosotros. Se ha ido al Padre, pero se ha quedado transformado en alimento espiritual en la Eucaristía -‘He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’ (Mt 28,20)-.
Indudablemente, por nuestra ignorancia y pobreza no entendemos y eso nos llena de tristeza, pero, pronto, por la acción del Espíritu Santo nos llenamos, por la Gracia de Dios, de alegría y gozo. El Señor está con nosotros. No puede ser de otra manera, porque reina en nuestro corazón. Unos corazones pobres, humildes y pecadores, pero que experimentan que la vida no puede terminar aquí, pues sería muy injusta para muchos que más que vivir, sufren. La vida necesita responder a sus exigencias de justicia, de bondad, de gozo y felicidad y, sobre todo, de eternidad plena.
Jesús es la verdadera Vida, porque Él nos promete eso que sintoniza y sincroniza con nuestros corazones. Él es el único Camino, Verdad y Vida, que tantas veces nos suena dentro de nosotros y el mismo nos lo ha prometido y descubierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.