domingo, 10 de diciembre de 2017

LA ESPERANZA DE JUAN

Mc 1,1-8
Todo parece dormido. La vida se hace rutina, se nace, se vive y se muere. Algunos no tienen mucho espacio entre el nacer y morir. La vida se reduce a la mera subsistencias para muchos, mientras otros disfrutan de larga vida y de cómodas estancias y placeres. Hay pobre y ricos; sufrimientos y alegrías; tristeza y dolor. Pero, no todo se para ahí. El hombre busca algo más y espera su liberación.

Y aparece una voz que clama en el desierto. Es Juan el Bautista, una voz que clama fuerte y que sabe muy bien cual es su misión. Una voz que exige escucha y arrepentimiento. Una voz sobria, disciplinada, austera, alimentada de miel silvestre y langostas. Una voz salida del desierto que bautiza a todos aquellos que se abran al arrepentimiento de sus pecados. 

Una voz que proclama preparar el camino del Señor y enderezar sus sendas. Una voz que grita: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo».

Entramos en un tiempo de preparación, de despojo, de abandono y de arrepentimiento. Entramos en un tiempo de compromiso serio con la verdad, de transparencia y de sinseridad. Entramos en un tiempo de esperanza y de abrirnos a la Misericordia de Dios. Un tiempo de humildad y de postración ante un Dios Misericordioso que perdona mis pecados y los pecados del mundo. Un Dios de liberación.

Juan prepara el camino allanándolo de todas aquellas impureza que lo desequilibran y lo alteran. Que lo desigualan y lo resquebrajan. Juan nos anuncia la llegada del Reino de Dios, del único y verdadero Mesías para el que, ahora, nos preparamos a recibir. Abramos nuestros corazones sin miedo y dejemos entrar al Señor para que sea su Espíritu el que limpie nuestros corazones y allanen nuestros caminos impuros e imperfectos dejándolos suaves y rectos para llegar al Corazón de Dios.

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