Puede ocurrirnos que nuestra búsqueda se centre simplemente en un interés comercial de carácter económico o de salud o de cualquier otro tipo. Jesús sorprende y atrae, pero, sobre todo, son sus obras y señales, que realiza con los enfermos, las que derrumban la resistencia de todos aquellos que lo ven y le siguen desesperadamente.
Una pregunta flota en el ambiente, ¿sigo yo a Jesús por algún interés? Sería muy bueno enfrentarnos a esa pregunta, pero nunca con miedo sino con confianza y esperanza, pues Jesús, el Señor, busca nuestro bien y nos conoce muy bien. Descubre nuestras necesidades y sabe de nuestra hambre material y física, pero también de nuestros sentimientos y necesidades espirituales. Somos humanos y pecadores y, posiblemente nuestros impulsos carnales nos activan a seguir a Jesús por intereses propios de humanos.
Es lógico, nos sentimos atraídos por nuestras necesidades e intereses, pero, pronto, descubrimos que también tenemos un corazón agradecido y ese amor del Señor nos contagia y nos transmite ese deseo, también impulsivo y generoso, de amar incondicionalmente y darnos a los demás de forma gratuita. Pasó con aquel joven que tenía siete panes y dos peces. Los ofreció generosamente para saciar, en lo que podía, el hambre de aquella multitud. Y el Señor lo multiplicó para que todos pudieran saciarse abundantemente.
Jesús satisface nuestra hambre, no sólo física sino espiritual. Necesita también tu colaboración y tu cercanía para en Él actuar y compartir con los que nada tienen. Es verdad que muchos se pierden por su mala cabeza, pero también es verdad que tú también te pierdes y el Señor te perdona. Nos perdona a todos y, de esa misma forma, también nosotros debemos de perdonar. Quizás nos cueste, eso es innegable, pero estamos convencidos y en eso creemos,con fundadas esperanzas que el Señor cambiará nuestro corazón humano y psíquico en un corazón espiritual y generoso.
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