(Lc 4,31-37 |
La Palabra de Jesús no es una Palabra muerte, inerte, pasajera, sino todo lo contrario. Una Palabra viva, actual, en movimiento, renovada y eterna. Una Palabra permanente que llena de vida y gozo a cada instante y plena de esperanza y felicidad. Una Palabra que nos habla cada día y nos interpela e invita a renovarnos, a actuar con un corazón nuevo, generoso y abierto a la misericordia.
Una Palabra única que permanece en el tiempo y que continúa actuando en cada corazón que se abre a su acción. Una Palabra irrepetible que se eterniza y que propone un mensaje único, inigüalable y de salvación. Una Palabra donde apoyare con confianza, seguridad, garantía y esperanza. Una Palabra con autoridad, con amor y que lo que promete lo cumple. Una Palabra que sorprende y desprende admiración hasta el punto de clamar: «¿Qué clase de palabra es ésta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen Manda».
Una Palabra que hoy sigue actualizada y teniendo la misma fuerza y autoridad que antaño y que siempre. Una Palabra que sigue actuando por la fuerza del Espíritu Santo en todos aquellos que se abren a su Espíritu y dando vida y humanizando la existencia de todos aquellos dando valor y dignidad a cada persona.
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