¿De qué puedo presumir y dónde están mis méritos? ¿He sido capaz de dar vida o de hacer algo productivo por mis propias fuerzas? Y en caso afirmativo, ¿de dónde me han venido las fuerzas? Podría dejar muchos interrogantes abiertos y sin firmes respuestas hasta cansarme o derivar en que todo lo que soy me ha sido dado gratuitamente por el Creador.
Sin embargo, da la sensación que dependiendo de lo que consiga y me vaya en la vida merezco un premio, o soy una persona válida y de gran mérito. Nuestro mundo parece que esa forma de ver las cosas las tiene asumidas y adquiridas. Se estima en gran valía el trabajo y las habilidades de muchas personas, y, por el contrario, se desvalora, según los resultados, a otras. Criterios humanos que, por su propia naturaleza humana son imperfectos y erróneos.
Recuerdo que en mis tiempos la propina era algo habitual y muy frecuente. En los restaurantes, cines y otros lugares se dejaba siempre una propina. Desde ese tiempo yo pensaba que eso estaba de más, ¿acaso el empleado de turno no cumplía con su deber? La pregunta brota de forma espontánea como un grito o reclamo ¿Por qué entonces tener que pagar un añadido?
El Evangelio de hoy nos responde a esos interrogantes del que todavía quedan vestigios en nuestro mundo: «¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa?’. ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?’. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’».
De antemano estamos ya pagados y todo, empezando por la vida, nos ha sido dado gratuitamente, de modo que hacemos, si verdaderamente lo hacemos, y siguiendo la Voluntad de Dios, lo que realmente debemos hacer sin más recompensa ni premio.
De antemano estamos ya pagados y todo, empezando por la vida, nos ha sido dado gratuitamente, de modo que hacemos, si verdaderamente lo hacemos, y siguiendo la Voluntad de Dios, lo que realmente debemos hacer sin más recompensa ni premio.
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