Jn 13,21-33.36-38 |
No se entiende el por qué de la reacción de mucha gente contra la Iglesia. Menos se entiende la reacción de muchos, incluso gobiernos. La persiguen y tratan de apartarla del mundo, incluso, buscan su extinción. Y, buscando razones que nos puedan explicar esa persecución, no las encontramos. Porque, ¿qué motivos hay para odiar y perseguir hasta el extremo de matar a quienes hacen el bien y proclaman la verdad? La única razón, y nos cuesta decirla, se descubre en que les molesta que se proclame la verdad y buscan esconderla y ocultarla.
Porque, la Verdad nunca podrán ocultarla. Siempre emergerá y alumbrará el mundo. Esta escrita en el corazón del hombre para alumbrarle y, a través de él, alumbrar al mundo. No se pone una lámpara... -Mt 5, 15 -, pero, pese a eso, hacen oídos sordos y dan libertinaje, porque libertad es hacer el bien, a sus instintos mal intencionados, soberbia y deseos de poder para imponer sus ideologías e intereses.
Ante esa situación, Jesús se mantiene firme y fiel a su Verdad. Él ha venido para alumbrar al mundo y para liberarle, precisamente, de esa esclavitud del poder, del deseo de riqueza y de someter al débil. Y está dispuesto a dejarse detener y condenar, como viviremos a lo largo de esta semana que nos disponemos a vivir. Judas deja entrar al diablo en su corazón y se aparta de Jesús. Lo contrario de Pedro, que negando a Jesús, después acoge su Perdón y su Misericordia.
Y ese es nuestro camino, porque, nosotros también le hemos negado y le hemos dejado solo en la Cruz. Pero, ¡no desesperemos! Como Pedro, lloremos nuestros pecados y acudamos al Señor. Él nos espera y, como al hijo pródigo, nos acoge y nos devuelve la dignidad de hijos.
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