martes, 19 de abril de 2022

LA RESURRECCIÓN NOS DA VIDA Y ESPERANZA

 
Jn 20,11-18
Sabemos, es lo único cierto en este mundo, que un día terminará nuestra vida en este mundo. Ni sabemos el día, ni la hora ni cuando, si temprano o tarde. Lo único seguro es que, sea cuando sea, llegará sin falta ninguna. Ahora, ¿es ese nuestro destino? ¿Hemos sido creados para, tarde o temprano, morir? ¡Y quien sabe!, ¡quizás con más días de dolor y sufrimiento que de alegrías y bienestar!

Sin embargo, dentro de nosotros experimentamos un deseo de eternidad. No le encontramos sentido a nacer para luego morir. Es una aspiración que, diría, nace con nosotros, en el mismo instante de nuestra concepción. Es esa chispa de eternidad que llamamos alma. Nuestra esperanza y lo que da sentido a nuestra vida es la Resurrección, y eso, no es una suposición mía, ni de nadie, es la realidad que nos anuncia, y en Él se ha realizado, nuestro Señor Jesús. Jesús ha Resucitado.

Nuestra vida es una llamada a la Pascua. La fiesta que vamos celebrando en esta octava semana Pascual. Pascua del paso de este mundo – muerte – a la Vida del otro. De ese mundo del que nos ha hablado – y nos habla cada día – nuestro Señor Jesús. La Palabra de Dios nos va alumbrando, por y en esa Buena Noticia, nuestros pasos diarios hacia nuestra propia pascua. Pascua que compartimos, llevando nuestra cruz, hacia nuestro propio Calvario. Y es, en ese momento, donde nuestra esperanza se consumirá. Esperamos resucitar, por la Gracia y méritos de nuestro Señor Jesucristo,

Nuestra esperanza tiene fundamento, razones y testigos. Aquella mañana de domingo, tras la crucifixión de Jesús, María Magdalena, estaba fuera, junto al sepulcro, llorando.  Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní», que quiere decir “Maestro”». Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: ‘Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.

También nos lo dice a nosotros, ahora. Creemos?

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