Jn 20,11-18 |
Sin embargo, dentro de nosotros experimentamos un
deseo de eternidad. No le encontramos sentido a nacer para luego morir. Es una
aspiración que, diría, nace con nosotros, en el mismo instante de nuestra
concepción. Es esa chispa de eternidad que llamamos alma. Nuestra esperanza y
lo que da sentido a nuestra vida es la Resurrección, y eso, no es una
suposición mía, ni de nadie, es la realidad que nos anuncia, y en Él se ha realizado,
nuestro Señor Jesús. Jesús ha Resucitado.
Nuestra vida es una llamada a la Pascua. La fiesta que
vamos celebrando en esta octava semana Pascual. Pascua del paso de este mundo –
muerte – a la Vida del otro. De ese mundo del que nos ha hablado – y nos habla
cada día – nuestro Señor Jesús. La Palabra de Dios nos va alumbrando, por y en
esa Buena Noticia, nuestros pasos diarios hacia nuestra propia pascua. Pascua
que compartimos, llevando nuestra cruz, hacia nuestro propio Calvario. Y es, en
ese momento, donde nuestra esperanza se consumirá. Esperamos resucitar, por la
Gracia y méritos de nuestro Señor Jesucristo,
Nuestra esperanza tiene fundamento, razones y
testigos. Aquella mañana de domingo, tras la crucifixión de Jesús, María
Magdalena, estaba fuera, junto al sepulcro, llorando. Y
mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco,
sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los
pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se
han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y
vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por
qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto,
le dice: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo
llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo:
«Rabbuní», que quiere decir “Maestro”». Dícele Jesús: «No me toques, que
todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: ‘Subo a mi
Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’». Fue María Magdalena y dijo a
los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.
También nos lo dice a nosotros, ahora. Creemos?
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