Levantando
la voz dijo: —Nos empeñamos en querer estar en dos lugares a la vez, sirviendo y
sirviéndonos, y eso es imposible.
—¿A
qué te refieres —dijo Pedro— frunciendo el ceño.
—A
que los que tienen su contento en este mundo, tendrán que dar estrecha cuenta
de ello, porque esta vida no es para gozar sino de expiación.
—Pues,
muchos van equivocados —respondió Pedro.
—Esa
es la diferencia y lo que nos dice hoy el Evangelio —puntualizó Manuel leyendo:
(Mt 6,24-34): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
discípulos: «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará
al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a
Dios y al dinero. Por eso os digo: No andéis preocupados por…—. Si buscas tu bienestar, tus propias
satisfacciones estás danto tu tiempo a ti mismo y negándoselo a los que lo necesiten
y, precisamente de eso tendremos que dar estrecha cuenta —concluyó Manuel.
—Es un duro camino que pocos estarán decididos
a recorrer —dijo Pedro— sorprendido por la firmeza con la que Manuel le había respondido.
—Así es, Pedro —intervino Manuel—. Es evidente
que hay que descansar, tener un respiro y reponer fuerzas. Pero, lo que has
recibido tienes que emplearlo en ayudar a otros, sobre todo, los necesitados. Y,
por supuesto, quien más recibe más tendrá que dar.
—De donde se deduce —dijo Pedro— que quienes
buscan disfrutar y pasarlo bien en este mundo, adoptando una actitud
indiferente, poco solidaria y egoísta, tendrán que dar cuenta de ese
comportamiento. ¿No es así —inquirió Pedro.
—Correcto —sintió Manuel—. La consigna está
clara, amar. Amar como Dios nos ama y como el Hijo, nuestro Señor, nos lo ha
mostrado entregando su Vida para nuestra salvación.
Hubo un silencio. Manuel y Pedro asintieron con
sus miradas que el camino era ese. No hay otro. Jesús lo ha recorrido primero
mostrándonos toda la Misericordia del Padre y, entregado a la Voluntad del
Padre, primera prioridad de su Vida. Y así nos lo hizo saber a nosotros. No
podemos anteponer nada ante el amor a nuestro Padre Dios y, en consecuencia, al
prójimo, pobre y necesitado. Es el
resumen de toda la Ley y los Profetas: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo
como a ti mismo. Desde ahora, como Jesús, el Hijo de Dios, nos ha enseñado,
hasta el extremo de entregar la vida.
Tanto a Manuel como Pedro, les vino el mismo pensamiento «las dificultades que implicarían vivir ese estilo que Jesús nos manda. Pero, también sabían que Jesús nunca nos deja solo y nos acompaña para que nunca perdamos la fortaleza ni nos vengamos abajo. El Espíritu Santo camina con nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.