Todo
lo que hayas guardado en este mundo, se quedará en este mundo. De modo que, las
riquezas, bienes, tesoros, éxitos, fama y cuanto más acumule pertenecen a este
mundo y, una vez acabado su tiempo y su disfrute, se quedarán aquí. No podrás
llevarlos contigo. Así que surgen dos pregunta: ¿Para qué acumularlos? ¿Y cuál
vale acumular?
El
Evangelio de hoy te lo explica claramente. Lo de aquí abajo, se quedará aquí
abajo. Y no hay que pensarlo mucho, pues observamos que realmente así sucede.
Solo lo que te vale para llevártelo contigo es lo que hayas dado con generosidad,
gratuidad y por amor. Es eso lo que cuenta y, en consecuencia, lo que importa.
Tu verdadero y único Tesoro, que cuenta para Dios, es el amor que hayas gastado
en beneficio de los más necesitados.
—Me
quedo perplejo —Pedro— al comprobar que el mundo mira para otro lado. Aquí abajo
vale el poder, las riquezas, el éxito, la fama…etc. Y es lo que la gente busca.
¿Estamos ciegos? —me pregunto.
—Te
lo preguntas tú, y también yo —dijo Pedro.
—Grande
tiene que ser nuestra ceguera que no somos capaces de darnos cuenta de lo que
hacemos.
—Pero,
no solo eso —Manuel— sino que nuestra debilidad puede con nosotros y la
oscuridad nos paraliza hasta el punto de quedar sometidos a los intereses
mundanos. Solo la Gracia de Dios puede sacarnos de esta oscuridad y llevarnos a
la luz.
—Efectivamente —replicó Manuel— lo que has guardado para ti se quedará aquí. Eso no te lo podrás llevar, pero lo que has dado a los demás durante tu vida sí lo llevarás contigo después de la muerte, y ese será, como dice el Papa Francisco, el mérito de Jesucristo en nosotros. —Porque, lo que tienen su contento aquí tendrán que rendir estrecha cuenta, pues, esta vida no es para gozar sino de expiación. Estamos pagando nuestros pecados que, por el mérito de nuestro Señor Jesucristo, alcanzan la Misericordia de nuestro Padre Dios.
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