Estamos
cansados de reuniones. Toda la vida se han estado reuniendo los que mandan con
el fin de encontrar soluciones a los males de este mundo, pero nada han
conseguido. Y no se consigue nada porque no se busca la verdadera solución y
con el arma adecuada. Solo existe una y, mientras esa una no se ponga en
práctica nada se podrá solucionar. Seguirá existiendo violencia, venganza, explotaciones,
odios y guerras. Y, en consecuencia, habrá pobreza, hambre, guerras y muertes.
La
solución es diáfana y clara, y muy sencilla, pero difícil de lograr. Difícil
porque con solo nuestras fuerzas no podremos lograrlo. Hablamos de
Misericordia. Esa palabra mágica que da respuesta a todos nuestros sin sentidos
y pecados. Por la Misericordia Infinita de Dios estamos salvados y en la
Misericordia de Dios, este mundo tendrá paz, será fraterno y solidario. Y todos
los problemas habrán terminado.
Así
de sencillo, pero, así de difícil, porque sin el concurso del Espíritu Santo no
se podrá conseguir. Por tanto, el primer paso es abrirnos al Espíritu Santo. Y,
un mundo orientado en y por la Misericordia establecerá una fraternidad y
justicia distributiva y justa. Misericordia significa comprender las
debilidades, los egoísmos, los fracasos y pecados que, perdonados
misericordiosamente, urge orientarse a la reconciliación, a la equidad y
justicia. Un reparto justo que nace del vivir misericordiosamente.
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