domingo, 23 de junio de 2024

SOMOS HIJOS DE AQUEL QUE ES SUPERIOR A CUALQUIER VIENTO

Esa es la conclusión a la que debemos llegar: «Nuestro Padre Dios es superior a cualquier viento, tempestad o peligro que pueda ponernos en dificultad». Ya lo dijo el Padre Pio: Dios es nuestro Padre; y ¿qué puedes temer tú si eres hijo de tal Padre, sin cuya providencia no puede caer ni siquiera un solo cabello de tu cabeza?

Ahora, sabido esto, hay también que pedir la fe. Y la pedimos porque es un don de Dios y no podemos comprarla, ni adquirirla por nosotros mismos. De ahí que sintámonos privilegiados por el don de la fe, que, al parecer, por lo que leemos en el Evangelio de hoy, les faltó a aquellos discípulos que acompañaban a Jesús en aquella travesía.

Y, por supuesto, nos falta muchas veces a nosotros también en nuestra propia travesía por nuestra vida. Hay muchos momentos que nuestra propia barca zozobra y parece hundirse y, temerosos de que el mundo se nos venga encima, acudimos desesperados al Señor creyendo que se ha ido, está dormido o no le importa lo que nos pueda suceder.

Jesús, el Señor, siempre está y va en nuestra barca. Quizás en muchos momentos quiera simular que está dormido para ver nuestras respuestas, nuestras actitudes y confianza. Pero nunca nos dejará a merced de la tempestad, del mundo, demonio y carne. Siempre estará con nosotros y presto a tendernos la mano. Es nuestro Padre, y nos quiere con una locura misericordiosa hasta el extremo de ofrecer a su propio Hijo a una muerte de cruz para salvar la nuestra.

Tengamos siempre la garantía y la confianza de que Dios está con nosotros. Sus palabras nos lo dicen claramente: «¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe? Pidámosla con confianza, perseverancia e insistencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.