No sólo es el cumplir, sino el amor misericordioso que sólo podemos recibir al estar en contacto con Jesús y recibir su Cuerpo y Sangre como alimento espiritual que nos fortalece, nos da paz y sabiduría para amar como Él nos ama. La vida es un libro de sabiduría, pero sólo sabremos leerla si caminamos unidos a Cristo Jesús.
El hecho de
cumplir está muy bien, pero por sí solo no nos basta para darle verdadero
sentido al amor. Partimos de que somos pecadores y el cumplimiento de los
mandamientos nos acerca mucho al Señor. Pero, sólo en Él podemos encontrar el
don de la gratuidad y la misericordia.
Verdaderamente
estamos llamados a ser libres. Y es esa libertad la que nos ayudará a superar
toda ley y todo precepto desde un amor incondicional y gratuito. Se trata de no
permanecer atado al poder y tener para ser, sino desde el ser, injertado en el
Espíritu Santo, hacer y obrar en entera libertad. Es entonces cuando el despojo
de lo que se tiene importa poco, porque el valor de descubrir que estamos en el
Señor llena toda nuestras esperanzas de vida.
No nos salva ni
libera el cumplimiento. Eso sí, nos hace mejores, pero continuamos atado al
tener y poseer. Sólo nos libera el Señor, que nos da la capacidad de amar gratuitamente
poniendo todo lo que somos y tenemos a su servicio. Fue ese el problema de
aquel joven rico que, siendo bueno, prefirió seguir atado a sus riquezas antes
que liberarse poniendo en el centro de su corazón al Señor.
Vivir para el Señor significa tener la prioridad en tu vida de hacer la Voluntad del Padre según la Palabra de nuestro Señor Jesús. Una Palabra que precisamente cumple esa Voluntad del Padre: Amarnos con misericordia infinita. Amén.
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