Con solo nuestras
fuerzas nos será imposible negarnos y renunciar a las riquezas, el poder y la fama.
Nuestra naturaleza está contaminada por el pecado que origina en nosotros
vanidad, ambición haciéndonos egoístas. De ahí que Dios, nuestro Padre, que nos
conoce y sabe de nuestras fuerzas, nos envía al Paráclito para que en Él
podamos encontrar la fortaleza de sobreponernos y vencernos.
Pero, antes tenemos
que abrirles las puertas de nuestro corazón con el bautismo. Somos libres – así
nos ha creado Dios – y dependerá de nosotros abrir o cerrar la puerta de
nuestro corazón a la venida del Espíritu Santo. Porque, sólo con la gracia de
Dios podemos cambiar nuestra vida y mirar de otra manera. Es la única alteridad
que podamos conseguir.
Llenos de su Gracia empezaremos a pensar, a actuar y a ver las cosas con otros ojos, con otros valores hasta el punto de encontrar la fortaleza de salir de nosotros mismos, vencer nuestra vanidad, ambición y egoísmo, y actuar como nunca hubiésemos imaginado.
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