Queremos y
exigimos signos. Signos que prueben lo que Jesús dice ser y de parte de quien
venir. Es lo que normalmente oímos a muchos exigir: pruebas y signos que nos
demuestren que Jesús es el Hijo de Dios. Pruebas de su Resurrección, de milagros
y …etc. Erre que erre, siempre con la misma canción.
Y nos preguntamos:
¿Para qué entonces la fe? Si las pruebas no quitan de dudas y todo queda claro,
¿para qué necesitamos la fe? Eso sucederá cuando se termine nuestra andadura
por este mundo, pero mientras tanto, nuestro Padre Dios quiere que nos fiemos
de su Palabra, que seamos libres y decidamos creer en su Hijo, el enviado para
anunciarnos esa Buena Noticia y la Infinita Misericordia de su Padre Dios.
Dios ha querido
que creamos voluntariamente en Él. Dios quiere que nos fiemos de su Palabra y
apela a esa condición. Razones miles tenemos para creer como sucedió con Jonás
o con la inquietud de la reina de Saba deseosa de sabiduría. Así espera el
Señor que actuemos también nosotros, con verdaderos deseos de dejarnos llenar de su Palabra y de su Infinito Amor
Misericordioso.
Tan sencillo y fácil como que dependerá de ti y de mí el abrir la puerta de nuestro corazón.
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