Límpiame, SEÑOR, de mi pecado por tu inmensa Misericordia. En los momentos de mayor angustia y miseria recurro a TI, SEÑOR, porque TÚ eres el Único que me consuela y me protege.
Yo sólo te ofrezco miseria y TÚ me devuelves Misericordia con las que limpias mis miserias, porque contigo, SEÑOR, todas mis miserias desaparecen como la escarcha a la salida del sol.
Sólo ante TI, mi SEÑOR no quiero buscar excusas ni justificaciones como aquel publicano de la parábola; yo me postro ante TI para decirte lisa y llanamente: he pecado, reconozco que soy pecador y esto de nacimiento. En pecado me concibió mi madre. Toda mi existencia viene marcada por el pecado.
Sé, SEÑOR que mirando y lamentando mi pecado no voy a salir del mismo. Y entiendo, también, que debo pagar mis culpas. De hecho, creo SEÑOR que ya las llevo pagando desde tiempo. Y no te pido me eximas de ellas, sino que me ayudes a poder pagarlas y sobrellevarlas. Yo solo no puedo con esa carga.
Por eso yo necesito mirarte a TI, necesito encontrarme CONTIGO para que me devuelvas la alegría y la paz de sentirme salvado, de sentirme querido por TI.
Crea en mi un corazón puro. No te pido simplemente que cambies mi corazón, sino que me des un corazón nuevo Con este corazón viejo yo he fracasado, y, desde ahora, limpio de toda culpa yo quiero emprender una vida nueva. Que mi conversión sea un nuevo nacimiento.
Haz que sepa estrenar el amor, estrenar la esperanza, estrenar la alegría de vivir en tu amor. Haz que pueda olvidar mis miserias pasadas y futuras y que tenga arrestos para luchar con las presentes purificándome en una sinsera entrega a TI.
Y con estos ojos nuevos del amor haz que ame a mis hermanos sin prejuicios, amigos y enemigos. Que no me fije en sus pasados negativos y en sus ofensas, sino que cada día sepa mirarlos como si hoy los conociera por primera vez.
Haz, SEÑOR que mi memoria flaquea en las ofensas y pecados de mis amigos y enemigos y sepa entregarte mi perdón para que TÚ me purifiques en tu infinita Misericordia.
Desata mi lengua para que cante tu justicia. Yo quiero ser el cantor de tu bondad. Quiero pregonar al mundo entero tu amor Misericordioso. Aparta de mí todo protagonismo y búsqueda de mí mismo y hazme SEÑOR un apóstol de tu amor perdonador.
¡Alabado y glorificado sea el SEÑOR!
Aunque nuestros pecados fueran negros como la noche, la Misericordia Divina es más fuerte que nuestra miseria. Una cosa sirve: que el pecador deje entornada la puerta del propio corazón. el resto lo hará DIOS (Faustina Kowalska, mística polaca).
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