La Palabra no dice siempre lo mismo, porque, "la Palabra" está viva y habla en cada momento directamente a cada uno de nosotros. Y nos perfecciona en el tiempo y en la medida que nosotros nos dejemos perfeccionar, pues es el ESPÍRITU quién actúa tomándonos de sus MANOS.
Y hoy, ésta misma Palabra, ¡tantas veces escuchada y percibida!, me habla y me alumbra otras actitudes que pueden estar dormidas en mi interior, adormecidas en la indiferencia, en la comodidad, en el descompromiso, en mi propio yo, egoísta y ególatra.
Cinco panes y dos peces no dan para mucho, pero son los míos, todo mi capital, todos mis talentos. Y es eso los que me pide JESÚS. ÉL ya está dándolo todo, y su compromiso llega hasta entregar su propia Vida; quiere pedirme a mí hasta dónde estoy dispuesto a darme, no sólo a dar, sino también a darme. Lo quiere todo, pues esa es la medida que ÉL se ha marcado para sí mismo.
La caridad con la que yo le responda marcará mi fe, mi actitud de seguirle. Ha habido muchos que han bajado la mirada, que no se han pronunciado a seguirle, que les cuesta poner sus cinco panes y dos peces al servicio de la multitud. Es la resignación corriente, pero no normal con la que solemos hacer callar nuestra conciencia: "yo solo nada puedo hacer".
Pero, JESÚS, eso lo sabe. No en vano a sus discípulos los insta a que arreglen la situación; los interpela a que se muevan, a qué busquen, a qué se esfuercen, porque sabe de nuestras miserias, de nuestro pobre capital, de nuestras limitaciones, de nuestra pobreza. ¡JESÚS nos conoces!
Solo quiere probarnos. Saber nuestra actitud de entrega; saber nuestra disponibilidad y nuestro reconocimiento pobre, de hijos, de necesitados, de esperanza en ÉL. ¿Qué si no, hizo María? : ¡SEÑOR!, ¿cómo será eso?; ¿es posible que en una pobre mujer como yo hayas puesto tu MANO para elegirme la Madre de tu HIJO? ¡SEÑOR, hágase tu VOLUNTAD!
El milagro de JESÚS no es multiplicar, qué eso ya lo ha prometido, y su Palabra es Ley porque siempre la cumple, sino el poder de cambiarnos, de cambiarnos desde nuestra propia libertad. Porque somos libres y respondemos desde nuestra propia libertad.
El milagro se esconde detrás de la actitud de dar todo lo que se tiene, cómo ese chico que ofreció sus cinco panes y peces; como Juan de Benjumea, misionero comboniano que dejó toda su prometedora carrera taurina para entregarse en misiones a los demás; como Pedro, Santiago, Juan ... que toscos, endurecidos y poco cultivados en las letras, pero rudos analfabetos nacidos en las tareas duras de la mar, fueron convertidos en pescadores de hombres, en instrumentos de cambios, de conversión para otros más cultivados y eruditos.
¿Cuántos panes y peces hay en mi vida? No debo preocuparme porque sean pocos y estén endurecidos, caducados, y en mal estado. JESÚS los puede volver tiernos, suaves, comestibles, apetitosos, apetecidos, atractivos si tú los pones en sus MANOS. Sólo es cuestión de ofrecerlos ofreciéndote.
Y hoy, ésta misma Palabra, ¡tantas veces escuchada y percibida!, me habla y me alumbra otras actitudes que pueden estar dormidas en mi interior, adormecidas en la indiferencia, en la comodidad, en el descompromiso, en mi propio yo, egoísta y ególatra.
Cinco panes y dos peces no dan para mucho, pero son los míos, todo mi capital, todos mis talentos. Y es eso los que me pide JESÚS. ÉL ya está dándolo todo, y su compromiso llega hasta entregar su propia Vida; quiere pedirme a mí hasta dónde estoy dispuesto a darme, no sólo a dar, sino también a darme. Lo quiere todo, pues esa es la medida que ÉL se ha marcado para sí mismo.
La caridad con la que yo le responda marcará mi fe, mi actitud de seguirle. Ha habido muchos que han bajado la mirada, que no se han pronunciado a seguirle, que les cuesta poner sus cinco panes y dos peces al servicio de la multitud. Es la resignación corriente, pero no normal con la que solemos hacer callar nuestra conciencia: "yo solo nada puedo hacer".
Pero, JESÚS, eso lo sabe. No en vano a sus discípulos los insta a que arreglen la situación; los interpela a que se muevan, a qué busquen, a qué se esfuercen, porque sabe de nuestras miserias, de nuestro pobre capital, de nuestras limitaciones, de nuestra pobreza. ¡JESÚS nos conoces!
Solo quiere probarnos. Saber nuestra actitud de entrega; saber nuestra disponibilidad y nuestro reconocimiento pobre, de hijos, de necesitados, de esperanza en ÉL. ¿Qué si no, hizo María? : ¡SEÑOR!, ¿cómo será eso?; ¿es posible que en una pobre mujer como yo hayas puesto tu MANO para elegirme la Madre de tu HIJO? ¡SEÑOR, hágase tu VOLUNTAD!
El milagro de JESÚS no es multiplicar, qué eso ya lo ha prometido, y su Palabra es Ley porque siempre la cumple, sino el poder de cambiarnos, de cambiarnos desde nuestra propia libertad. Porque somos libres y respondemos desde nuestra propia libertad.
El milagro se esconde detrás de la actitud de dar todo lo que se tiene, cómo ese chico que ofreció sus cinco panes y peces; como Juan de Benjumea, misionero comboniano que dejó toda su prometedora carrera taurina para entregarse en misiones a los demás; como Pedro, Santiago, Juan ... que toscos, endurecidos y poco cultivados en las letras, pero rudos analfabetos nacidos en las tareas duras de la mar, fueron convertidos en pescadores de hombres, en instrumentos de cambios, de conversión para otros más cultivados y eruditos.
¿Cuántos panes y peces hay en mi vida? No debo preocuparme porque sean pocos y estén endurecidos, caducados, y en mal estado. JESÚS los puede volver tiernos, suaves, comestibles, apetitosos, apetecidos, atractivos si tú los pones en sus MANOS. Sólo es cuestión de ofrecerlos ofreciéndote.
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